Todos los que de niños fuimos a un colegio religioso –en mi caso fueron tres, de tres congregaciones distintas– tenemos el recuerdo de los vídeos que nos proyectaban en las clases de religión.
A todos mis compañeros se les arruinaba la mañana cuando tocaba visionar uno de esas cintas, y aprovechaban para dormir o dar por culo. Yo los miraba extasiado, embadurnándome del surrealismo que contenían.
Me preguntaba quiénes serían sus guionistas y directores y qué les pasaba por la cabeza mientras realizaban el proyecto. ¿Eran auténticos fieles convencidos del poder adoctrinador de los medios, o en cambio sólo pasaban por ahí y para ellos no era más que otro encargo alimenticio más?
Todo ésto viene porque de casualidad he encontrado uno de estos vídeos, y me ha maravillado. De una facturación exquisita, no puedo dejar de destacar una genuína fotografía amarillo vhs, unos flashbacks desgarradores, y un doblaje al español latino digno de cualquier clásico de Disney.
Para los que nunca hayan visto un vídeo de éstos, les parecerá una versión aburrida de los documentales presentados por Troy McClure en los episodios de los Simpsons. Para los que se hayan tragado cientos, como yo, les devolverá a una época de sus vidas en las que fueron inmensamente felices, o por el contrario, no sabían ni de dónde les caían las hostias.