Vale que los chefs están de moda. Pero que hayan hecho dibujos animados de Jordi Cruz de Masterchef:
Los dibujos animados de Jordi Cruz de Masterchef
Los dibujos animados de Jordi Cruz de Masterchef
Ya no podré seguir la Escuela Masterchef sin imaginarlo así. Más fuerte aún es lo de Pepe Rodríguez, le han hecho un muñeco de Lego y todo. Vaya loles en El Bohío de Illescas.
La figura de Lego Star Wars de Pepe Rodríguez de Masterchef
Me encuentro con un grafiti que pone: «SI LEE ÉSTO ES QUE ES TONTO«.
Oye, al menos el chaval que ha hecho esta pintada en la pared te lo dice tratándote de usted, con educación. ¿Es o no es la generación más preparada de la historia?
Y lo veo por todas partes, haciendo cosas no usuales. Así que ya no me extraña nada, y cuando voy a una Iglesia y veo cosas como ésta, que parece que ha posado para el que pintó a Jesucristo en el púlpito, ya ni me inmuto. Está muy loco.
Digo yo que cada uno tendrá su película fetiche. Esa que vio en un momento complejo de su vida y que le dejó maravillado y/o/u aterrorizado por lo grotesco de las imágenes que se desplegaban ante sus atónitas retinas.
Pero yo le voy a echar un par de huevas y plantarle cara a la oficialidad. Algunos de los que me conocen ya me han oído hablar de ella. Porque para mí, la peor película de la historia es sin duda alguna China O’brien. En YouTube puedes verla completa:
El argumento no puede ser más original. China O’brien (Cynthia Rothrock) es una oficial de policía que hace cumplir estrictamente la ley en su ciudad. No recuerdo cuál, pero me apuesto veinte céntimos a que es Detroit. Es asaltada en un callejón por un kinki, y para defenderse, dispara su arma reglamentaria, matando por error a otro kinki, esta vez menor de edad (que no sé qué pintaba escondido en aquella esquina oscura).
El caso es que China no puede vivir con ello y abandona el cuerpo. Se le enciende la bombilla, y decide regresar a su pueblo, donde su padre ejerce a duras penas de sheriff. Sí, a duras penas, porque cómo no, qué novedad, hay un cacique local que pretende imponer su ley.
Cuando el padre muere asesinado por un coche bomba, y sin esperar a ver si los de la ETA reivindican el atentado, China decide tomarse la justicia por su mano e imponer la ley a base de hostias al por mayor.
Dios, se me saltan las lágrimas. De verdad que es una historia tan atemporal que a Shakespeare debería caérsele la cara de vergüenza por no haberla plasmado en papel.
Digo que es la “peor” entre comillas, porque la escena en la que un esbirro recibe el impacto de una bola de demolición y queda ileso es difícilmente superable.
Ah, no, que me estoy equivocando. Esa escena pertenece a la segunda parte. Porque por Dios, es evidente que hubo secuela:
Se caga en todas y cada una de las bocas finlandesas cada vez que intenta comprender cómo funciona su móvil; cuando le da por cocinar deja la cocina somo si hubiera sido escenario de un atentado checheno; no es capaz de dormir sin desplegar todo un repertorio de ruidos grotescos, y si de él dependiera, le gustaría ser enterrado en chándal. En otras cosas no será muy diestro, pero hay que reconocer que mi padre sabe sacarle partido a su huerta: