Tuve una vez un trabajo tediosísimo. La mayor parte del tiempo consistía en ver cómo la máquina imprimía miles y miles de cartas con membrete.
E inevitablemente, llegaba el aburrimiento. Ocupaba el tiempo escribiendo tontás, limpiando, pero aún así, se me iba la cabeza de vez en cuando.
Los niños miran a las nubes y ven caballos, coches, peces, narcos decapitados. Ese fenómeno es conocido como pareidolia.
Yo una vez miré al suelo del taller, y lo vi todo empantanado. El balde que usaba para limpiar las planchas se había rajado, y el resultado era un charco bien grande:
Pero yo no veía sólo agua, veía ésto:
mucha imaginación hay que tener,…