Juguemos a un juego mu gonito y mu divertido. Aderezado con cuarto y mitad de demagogia, por qué no. El juego se llama la ética y la balanza.
La finalidad del juego es elegir cómo ahorrar 15.000 millones de euros.
Cojamos una balanza. En un lado, pongamos el sueldo de tres millones de funcionarios, las pensiones de seis millones de jubilados, todas las familias con dependientes a su cargo, los futuros padres, etc, y peguémosle un buen tijeretazo. Con ésta y alguna que otra medida, ganaríamos el juego.
En el otro lado de la balanza, estaría el patrimonio de un solo hombre: Amancio Ortega. 18.300 millones de euros que guarda bajo el colchón; o en billetacos de 500 dentro de la cartera; o en varias sociedades SICAV, de esas que tributan a un anecdótico 1%. Cojámosle los 15.000 millones y dejémosle los otros 3.300 para que pueda seguir pagando la ronda cuando le toque.
Y la otra parte que da título al juego tiene forma de pregunta, muy obvia, por otra parte: ¿Sería ético despojar a un hombre de casi todo su patrimonio -suponemos que ganado honradamente- si esos 15.000 millones parecen ser conditio sine qua non para salvar a todo un país?